Si hay algo que cada vez parece compartir más personas, es fijarse objetivos para el nuevo año. Es normal que durante ésta época, nos inunde una sensación de cierre de ciclo. Que energías renovadas y orientadas al cambio nos guíen a imaginar un año venidero, plagado de éxitos personales y laborales.
Por desgracia, también es común que, una vez empiecen a avanzar los días, ésta maravillosa y motivadora energía vaya abandonándonos, siendo remplazado por (elegir al gusto):
- Sensación de desgana.
- Resignación a un presente que parece inamovible.
- Ideas de estar condenad@s a repetir una y otra vez los mismos errores. Nuestra vida es el día de la marmota.
¿Qué ha pasado? ¿Dónde ha ido el entusiasmo y la energía con la que íbamos hacer de éste año, EL AÑO?
Para dar respuestas a éstas preguntas, hay que entender el proceso por el que hemos llegado a ése momento de euforia en el que parecía que nada era imposible, y el posterior momento de deshincharse.
Diciembre suele ser un mes al que se llega física y anímicamente cansad@. Quedaron muy atrás todos los cambios que juramos hace doce meses, iban a mejorar nuestra vida, y nos encontramos que muchos de ellos, no han sucedido. Las últimas vacaciones largas fueron en verano y, por regla general, en muchos trabajos hay un repunte de la actividad, con el motivo de cierre de ciclo y vacaciones inminentes.
Por otro lado, unas vacaciones inminentes asoman, donde vamos a tener gratificaciones positivas (días libres, regalos, dedicar más tiempo a la familia y amig@s, etc.), un ambiente de “que se acaba ya éste maldito año, a ver si el que empieza, se porta mejor” sumado a los propósitos de año nuevo, son el caldo perfecto de cultivo para que en nuestra cabeza empiece a hervir esos anhelados cambios que nos acercaran más a la vida que deseamos tener.
En éste estado de euforia, es normal que empiecen a venirnos una marea de propósitos, y le demos la bienvenida a todos. Simplemente nos fijamos un lunes aleatorio para (completar la frase):
- Dejar de fumar
- Cambiar de trabajo
- Ir al gimnasio
- Dejar de ser un/a XXXXX
- Comprarme eso que tanto quiero
- Ligar más
- Viajar más
- Ser millonari@
- Dejar el gluten
- Etc.
Empieza el año y nuestra rutina vuelve, y aunque hay un periodo de adaptación entre “la vieja vida” y los “nuevos cambios”, éstos suelen acabar desapareciendo. Parece que no ya no hay tiempo real ni fuerzas para poder integrarlos en nuestra vida, que no sabemos ni por dónde empezar. Y de pronto nos despertamos y vivimos el 25 de Enero, tal cual lo hicimos el 25 de Noviembre.
Entendido el ciclo por el que nos “inflamos y desinflamos”, es más fácil comprender los siguientes pasos para, hacer de nuestros propósitos de año nuevo, parte de nuestra vida.
1º Lluvia de ideas. “Dejad que los cambios vengan a mí”
Anota durante unos días cada uno de los propósitos que te vayan viniendo a la cabeza. No descartes ninguno. Ya habrá tiempo para ello.
2º Analiza los propósitos
Una vez ya tengas una lista que te parezca adecuada, es tiempo de acercarse a ellos desde diferentes perspectivas:
¿Es realmente lo que quiero? ¿Este deseo o propósito es mío, o es “adquirido”?
Muchas veces nos encontramos deseando cambios o cosas, simplemente porque se nos ha creado desde fuera de nosotr@s esa necesidad. Puede ser desde productos de consumo que parece que nos van a quitar los males, estilos de vida promovidos por cine, tv, o conversaciones entre nuestra gente, que nos contagian motivaciones ajenas, que hacemos nuestras.
Párate a pensar qué es lo que realmente te motiva. Imagina esos propósitos cumplidos en tu vida. ¿Cuáles despiertan tranquilidad, o anhelo, satisfacción o indiferencia?
Quédate con los realmente tuyos. Con los que realmente te vayan a hacer feliz. Puede que tener una limusina un día, esté bien. Puede que tenerla todo el año, sea un calvario.
3º Los pies en la tierra, y poco a poco
Hay que ser realistas. Puede que en la lista de “Cosas realmente nuestras”, haya algún cambio o propósito, que en un plazo de un año, sea poco realista. Incluso hay veces, que puede aparecer alguno que roce lo imposible (astronauta a los 78). No hay que desanimarse. El ser humano tiene la suerte de poder motivarse, adaptarse y ser feliz con muchas cosas diferentes. Ello nos permite no caer en una sensación de infelicidad permanente ante algo que pueda ser demasiado complicado de llevar a cabo.
Puede ser también que nos encontremos con una lista muy grande. Muchos propósitos abren demasiados frentes en los que trabajar. Eso no ayuda.
Así que la última criba en la lista, consiste en dejar lo que podamos conseguir éste año. Ya veremos lo demás el que viene.
4º Escalona la acción
Dedica un tiempo a desgranar cada propósito o cambio. Coge papel y lápiz, y piensa qué pasos tienes que dar para conseguirlo. Desgrana el plan de acción en etapas o fases.
Teniendo en cuenta, lo fácil o difícil que seas de motivar, tú constancia, y otros elementos personales que puedan jugar a favor o en contra de integrar esos cambios en tu vida.
Haz de tus habilidades, aliados o herramientas con las que trabajar. Convierte esos aspectos tuyos que puedan jugar en tu contra, en partes de esas etapas. Pues muchas veces, a la hora de conseguir nuestros objetivos, nosotr@s mism@s, somos nuestro peor enemigo.
5º Motívate
Piensa en cómo será tu vida cuando lo hayas logrado. Al final, esas imágenes, son las más motivadoras para hacer realidad los propósitos. Sintetiza esa sensación que sientes imaginando el propósito.
6º Recompénsate
Prémiate con pequeñas recompensas. Integra ese sistema de refuerzo. Y que una de ésas recompensas, sea la sensación de haber hacho, de triunfo, de tranquilidad, de sentirte capaz. Cada paso que des, por pequeño que te parezca, es un gran logro. Agradécete el esfuerzo.
Esperamos que ésta breve propuesta os ayude a acercaros más a la vida que imagináis. 🙂